Magia en Tinta: @elilusionista.cl

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Publicado el noviembre 02 2018

Inmerso durante años en el mundo del diseño publicitario, César Castillo actualmente conocido como “El Ilusionista” decidió dar un vuelco inesperado en su ascendente carrera entre marcas y avisos, para dedicarse de lleno al tatuaje. A continuación nos cuenta cómo ha sido emprender este nuevo camino, los desafíos personales que han significado optar por la tinta y por sobre todo lo gratificante que se ha vuelto para César el haber optado por esta nueva vida.

¿Qué te motivó a ser tatuador? Yo comencé a tatuarme súper chico, a los 13 años, una cosa así, con tatuajes muy flaites (jajaja). Yo iba en octavo y un día llegó un compañero con un tatuaje y quedé loco, le dije “Weón! Quién te hizo eso?”, así que me tatué con el mismo personaje que rayó a mi compañero. No me cobró prácticamente nada, tal vez 1 luca o 500 pesos y de ahí que no paré y me empecé a tatuar harto.

Ya más grande entré a estudiar diseño, porque siempre me gustó la ilustración y todo lo que tuviera que ver con eso. Ya estudiando comencé a trabajar en agencias de publicidad. Estuve harto tiempo haciendo eso, cerca de 7 años la verdad y precisamente durante ese tiempo volví a tatuarme. Tenía mayor solvencia económica, entonces podía costear mejores tatuajes y fue ahí cuando me hice muy amigo de uno de los chicos del Taller 34, el Raponchi. Él era quien me tatuaba y en conversaciones también me preguntó que por qué no me ponía a tatuar yo, pero el punto para mí era que siempre consideré que ya había tanto tatuador que para qué iba a haber uno más, esto especialmente por el boom que ha habido estos últimos años de nuevos tatuadores. Aparte que en diseño me iba bien y era destacado en lo que hacía.

Un día pensé “En verdad quiero cachar cómo es entregar un tatuaje” porque hasta ese entonces sólo los había recibido, entonces con unos amigos hicimos un vaquita y compramos un kit chino y empecé a experimentar. Como casi todos, primero me rayé las piernas, rayé frutas y luego me puse a tatuar a mis amigos. Ellos me prestaron su piel y empecé a cachar más o menos cómo era el asunto y la verdad, quedé “plop” porque pensé que como tenía conocimientos en el dibujo ya tenía la mitad de la pega hecha, pero no es así, es completamente distinto. Aunque por supuesto tener un buen dibujo te ayuda un montón, el aplicar un diseño en un tatuaje tiene procesos completamente distintos al hacerlo en el papel. Así que me picó ese bichito, empecé a enamorarme del tatuaje y a partir de ahí mis prioridades estaban en eso. Mi pega como diseñador me gustaba mucho, pero en cierto punto no me llenaba como lo hacía el tatuaje.

Si me pongo a pensar por qué comencé a tatuar, creo que fue fundamentalmente porque trabajé tantos años en publicidad y a veces le pones caleta de corazón a la pega, pero finalmente es un trabajo que dura lo que dura la campaña de determinada marca. Tus avisos están un tiempo en los refugios peatonales y en las paletas de vía pública pero luego nadie se acuerda. En cambio un tatuaje es todo lo contrario, porque es un dibujo tuyo que queda para siempre y por el cual la gente se toma el tiempo para tenerlo y observarlo. Eso enriquece, porque el tatuaje no es facilista, cuesta y cuesta mucho.

¿Hace cuánto tiempo que eres tatuador? Al mismo tiempo que seguía en mi pega de diseño, tatuaba durante los fines de semana en mi casa. No tanto por lucas, sino que tenía relación con que yo en serio quería seguir avanzando en el tatuaje. De ahí hasta ahora han pasado 2 años, pero sólo uno llevo dedicado 24/7 al tatuaje. Pese a eso, para ser un buen tatuador es un camino muy largo, hay gente lleva toda su vida tatuando y sigue aprendiendo. Al final este es un camino que es eterno.

Durante este tiempo he recibido muchas críticas buenas y malas, que de verdad me han servido un montón, en especial porque yo tenía el ego súper grande por lo que hacía en diseño. Me iba muy bien y estaba súper bien catalogado a nivel nacional, daba charlas, hacía workshops y recibía las mejores críticas y eso, aunque no lo quieras te hace sentir especial y en algún momento me elevaron tanto que pensé que en el tatuaje sería lo mismo. Pero no corrí la misma suerte y lo agradezco, porque me siento afortunado de haberme encontrado en el tatuaje con personas que con respeto y cariño me han bajado de esa nube, haciéndome entender que siempre va a haber una persona que lo va a hacer mejor que tú y eso te mantiene con los pies en la tierra. En esto no estás inventando la rueda, por lo que debes tener respeto por los más antiguos a nivel mundial y por los que son escuela acá en Chile.

¿Quién fue tu maestro? Aunque partí siendo autodidacta, igual le preguntaba cosas al Raponchi y él me guiaba un poco. Incluso en esa búsqueda por experimentar con el tatuaje me rayé un elefante y me lo hice al revés (jajaja) porque para mi era más fácil.

Siempre he sido súper comprometido y eso lo he aplicado a prácticamente todos mis proyectos de vida, sean proyectos audiovisuales, publicitarios, de diseño o de tatuaje. Con el tatuaje desde el principio me puse al 100%, aunque sea tenía que rayar una fruta todos los días, porque decidí que no me la iba a ganar y hasta la fecha sigo con el mismo desafío, que en algún momento voy a llegar al nivel que quiero lograr. Por suerte a la gente le gusta ene mi tatuaje y eso me gusta caleta, me hace sentir súper honrado porque como trato de hacer algo “distinto” las personas me contactan diciéndome “Pucha quiero esto, pero como tú lo haces. A tu manera” y eso a mí me deja para la cagada, me llena por completo.

De todos modos hay mucha gente que ha sido partícipe de esto, más allá de decirme “Esto se hace así, así y así”, yo creo que mi apertura para comenzar a tatuar gente externa fue Celso Valenzuela. Él sin duda fue quien me dio ese punta pie inicial que me faltaba para dar el gran paso de tatuar sólo a mis amigos y comenzar a tatuar público, cobrando por lo que haces y manteniendo la buena comunicación con personas que tú no conoces, porque el miedo a dejar una cagada o de pasar por encima de alguien estaba siempre latente.

De ahí seguí sólo, tatuando en la casa y ahí no aprendes. Aunque no tengo nada con los tatuadores que lo hacen en sus domicilios, porque la mayoría parte así. No tomas un máquina y empiezas a tatuar en un tremendo estudio de manera increíble.

Luego vino mi paso en el Taller 34 que hasta la fecha me tiene completamente agradecido, con el Raponchi, el Vitamina, el Grone que para mí es un maestro porque más allá de tecnicismos del mismo tatuaje, él me ha enseñado a cómo ver el tatuaje de la mejor manera, entregando algo bonito. A veces me hacía críticas en algunos tatuajes y yo pensaba “Me está puro webiando…” pero a los tres meses me veía aplicando precisamente lo que me había sugerido y me hacía todo el sentido del mundo, en definitiva por su experiencia es que lleva tatuando todo este tiempo. Yo creo que en general ese paso por el Taller me hizo ser más respetuoso, una mejor persona en el tatuaje y en la vida misma. Es por eso que si tuviera que decir un maestro, para mí es el Grone.

¿Cuál fue tu primera máquina? Fue la del kit chino que compramos con mis amigos. Al final fue también su inversión y yo quería que eso diera frutos, que los pudiera tatuar bien y que se sintieran orgullosos, porque estoy tremendamente agradecido de que hayan creído en mí porque ellos son mi familia y que todos lleven tatuajes míos, desde los más feos (jajaja) hasta los de ahora es un honor.

¿A quién o qué fue lo primero que tatuaste? Precisamente el elefante (jajaja). De hecho fue todo un evento, porque mi polola es de Concepción y en ese momento nos juntamos por Skype con el resto de mis amigos también. Estaban todos y uno de ellos me decía “Weón! Ese es tu pulso?…”, mientras yo me sentía pésimo y les decía que era demasiado complicado. Incluso le mandé la foto del tatuaje al Raponchi y me decía lo mismo, que cómo tenía ese pulso (jajaja).

¿En qué estilo de tatuaje te especializas? Bueno, a mí me molestan un montón mis amigos porque le dicen “Agua Sopla`” (jajaja). Pero poniéndonos serios, yo intento hacer líneas más similares a las que corresponden a un “sketch” o un boceto, que al final es lo primero que todos dibujan y que luego limpian, pero a mí me gusta dejarlo así más puro. Hacerlo me encanta pero no sé si por el resto de mi vida me dedique a hacer este estilo solamente, porque aparte he tenido una evolución considerable a lo que hacía en un principio con tatuajes más saturados de líneas. Ahora mi trabajo es mucho más limpio y legible, ya que al final intento cumplir con un buen tatuaje sin perder mi esencia y lo que yo quería hacer.

¿Quién es tu alter ego? Hay un tatuador brasileño que se llama Victor Montaghini. Había visto pegas de él antes, pero me lo mostró bien el Grone. El tipo antes hacía new school y ahora hace unos trabajos súper artísticos, que no sabría como definir pero son ilustraciones con una línea gráfica que corresponde precisamente a la que intento seguir yo y por eso se ha vuelto una referencia bien power para mí en algunos aspectos. Él tiene un dibujo increíble y siento que lo que haga le va a quedar bien, por el manejo de los rellenos que tiene y sus resultados al terminar un tatuaje.

Con respecto a otros tatuadores, al final de todos saco algo. Me gusta como una persona hace los rellenos, otra como hace los trazos, voy extrayendo un poco de todo. Me encanta el dotwork, lo que hacen los chicos de Paihuén lo encuentro alucinante y en algún momento intenté meterle dotwork a lo que hago para probar cómo quedaba, pero ahí estoy desmenuzando de todos lados.

¿Qué quieres provocar entre tus clientes cuando terminas un tattoo? Busco más que nada honestidad, que la persona me diga la verdad de si le gustó o no, si le parece bien o le parece mal. Hasta la fecha me ha tocado de todo igual, hay gente que no te dice nada, otros te preguntan solamente “Y cuánto tiempo uso crema?” (jajaja), el resto te dice “Me encanta!”. Lo bueno en mi caso es que igual la mayoría de las personas que llegan a mí es porque ya conocen mi trabajo y les gusta, me buscan por lo que hago e incluso me esperan aunque estén muy ansioso por tatuarse.

Creo que igual hay mucha gente que les da miedo ser francos y decirte si no les gustó lo que hiciste, tal vez por temor a faltarte el respeto pero yo prefiero que me lo digan.

Y aparte de eso, por supuesto que quiero que les guste el resultado, me gusta hacer un tatuaje con cariño y tiempo porque eso al final se nota.En ese sentido he tenido la suerte de que luego mis clientes me contactan de vuelta para darme las gracias y eso es hermoso.

¿Qué crees que hace falta para que culturalmente este arte sea más valorado? Creo que falta más cultura, pero no por parte de los tatuadores sino que de los clientes. Acá en Chile esta súper bien el nivel en general, estamos usando muy buenos productos y máquinas increíbles hechas acá, como las de Armando de Cloud Machine. Y para qué hablar de conocimientos, si al final un buen tatuador viaja más que un doctor y eso te va nutriendo. La gente que se tatúa no debe ni imaginar lo complejo que es esto, el trasfondo que hay, los conocimientos aplicados, cómo el tatuador se hace mierda a la hora de tatuar porque lucha contra sus propias inseguridades y posibilidades. Si bien, no podemos negar que el tatuaje es un servicio que das a las personas, también involucra una serie de cosas que lo vuelven totalmente distinto a cualquier tipo de transacción similar y por lo mismo la gente debe estar informada y saber lo que va a hacer, porque es para toda la vida.

Fuente: Dolor Dulce Dolor