¿Por qué las mujeres van a la barberia?
•Publicado el noviembre 02 2018
En algún momento de mi vida decidí no cumplir más con los cánones y tradiciones impuestas por generaciones que no tenían mucho que ver conmigo, cual Frozen dije “libre soy, libre soy”. Me desafié a vivir cosas que me hicieran crecer y romper sesgos e ideas preconcebidas, crear identidad y originalidad, sin miedo a los prejuicios.
No fui la única que quería lo mismo y nuestro entorno empezó a cambiar: lentamente desaparecieron los cánones sociales de rosado es de mujer, azul es de hombre, Club de Lulú, Club de Tobby y la extraña idea de que entre ellos no había compatibilidad.
Hoy invertimos tanto en educación como en estética y belleza, como si se tratase de un conflicto bélico que requiere decisiones estratégicas. Chile, el año 2014, se posicionó como el segundo país de Latinoamérica con mayor consumo en productos de belleza y uso personal, con un gasto anual per cápita de $109.200 mil pesos (168 dólares) en dicha categoría. Según la Cámara de la Industria Cosmética, en general, $900 mil millones de pesos gastamos anualmente en nuestro país en este rubro. ¿En qué nos gastamos principalmente ese monto? En cremas para el pelo, tinturas, peluquerías y demás inversiones estéticas..
Cuando hablo con amigas, cada vez es más frecuente ver cómo poco a poco hemos transformado la rutina ultra-femme de ir al salón de belleza en una nueva experiencia, ya no buscamos cumplir con el mito de peluquería como sinónimo de persona sentada frente a un espejo con una gran bata, con un manicure en proceso mientras las tijeras hacen de lo suyo, todo en un escenario rosa y con un dulce aroma a canela o flores del campo circulando en el ambiente. Queremos algo más…
Debe ser por eso que cada día somos más las mujeres las que, inicialmente atraídas por la curiosidad, visitamos barberías. Las que se desafían a sí mismas y se abren a un nuevo concepto que no excluye, sino que integra, avanza y equilibra la coexistencia de hombres y mujeres en un espacio estéticamente masculino, pero con una elegancia y estilo que cautiva, con profesionales que son verdaderos artesanos.
Ya no hay marcha atrás: queremos ser parte de ese espacio masculino, con pisos, paredes y sillas vintage, colores neutros y un eterno desfile de hombres contentos con el perfecto equilibrio entre la delicadeza, identidad, perfección y calidad de un servicio único y exclusivo que entrega el barbero. Cambias el té de hierbas o frutos rojos por una cerveza artesanal, la música lounge por una playlist minuciosamente preparada, el clásico blow-out de salón por un look desenfadado con ese toque effortless cool tan difícil de lograr. Es que, como menciona #JonBarber de Old School Barbería, “el mayor reto de cortar a mujeres es convencerlas de pasar de una melena XXL a una XS teniendo una imagen clara de cómo se va a ver antes de hacerlo y convencerlas de que se van a ver bien”.
Ser parte de esta nueva generación de mujeres que va a las barberías, entrega ese dulce y adictivo placer de exclusividad, lo que marca diferencia y nos sitúa en un escenario de privilegio y transgresor, desarrollando identidad, participación y fuerza.
Soy mujer y me corto el pelo con un barbero, porque quiero “Ser una primera versión de mí, no una segunda versión de alguien”, como dijo Judy Garland.
Por Olivia Parra